In God we trust. All others must bring data.
W. Edwards Deming
El mundo mira hoy, con preocupación y temor, la evolución de la situación en China,
donde a finales del año 2019 se registró un aumento de pacientes con infección respiratoria
infectados por un nuevo coronavirus, identificado ahora con las siglas COVID-19, localizado
en la ciudad de Wuhan.
La aparición de una nueva enfermedad infecciosa supone siempre una situación compleja,
especialmente si lo hace como una epidemia de extensión o gravedad significativas.
Los casos aumentaron rápidamente en Wuhan y en la provincia de Hubei, extendiéndose
en menor número y con cadenas de transmisión limitadas por toda China. Hay casos importados
y casos secundarios en más de 24 países. El 30 de enero de 2020 la OMS declaró esta
epidemia como una Emergencia de Salud Pública de Interés Internacional.
El virus COVID-19 ha sido identificado y secuenciado genéticamente
1
. Está relacionado con otros coronavirus que circulan entre los murciélagos (incluyendo
el SARS coronavirus), por lo que se considera que su reservorio natural más probable
son estos mamíferos voladores. El huésped intermediario, probablemente otro mamífero,
no ha sido identificado aún. El punto de contacto con los seres humanos pudo ser un
mercado de animales vivos de Wuhan, hoy clausurado2, 3.
Es posible que durante varias semanas este virus pasara desapercibido, en una ciudad
de 11 millones de habitantes y al inicio de la temporada estacional de gripe, hasta
que se dio la alerta por el aumento de casos graves (neumonía), y se logró aislar
e identificar el coronavirus COVID-19 en varios pacientes. El salto ocasional de un
virus de un animal al hombre (spillover) es habitual entre los coronavirus. Así sucedió
con el SARS en 2002-2003 y con el MERS desde 2012. Está demostrado que el COVID-19
se transmite de forma eficiente de persona a persona, habiéndose identificado agrupaciones
de casos intrafamiliares y de transmisión a personal sanitario.
La capacidad de transmisión, que estimamos habitualmente a partir del denominado número
reproductor básico o R0, es una variable controvertida de esta nueva enfermedad. Un
valor de R0 inferior a 1 indica una escasa capacidad de extensión de una enfermedad
infecciosa, mientras que valores de R0 superiores a 1 indican la necesidad de emplear
medidas de control para limitar su extensión. Estimaciones fiables sitúan el valor
R0 del COVID-19 en 1,4-2,5, similar al R0 del SARS coronavirus al inicio de la epidemia
(2,2-3,7), valor que se redujo a un R0 de 0,67-1,23 al final de la misma. Por contraposición,
el MERS coronavirus se ha mantenido siempre en valores de R0 más bajos (0,29-0,80)
4
. Parece pues que el COVID-19 podría ser más fácilmente transmisible que el del SARS.
Sin embargo, hay que ser prudentes. El valor de R0 indica el valor potencial de transmisión
de una enfermedad infecciosa. Un R0 mayor no significa una enfermedad más extensa.
La gripe, por ejemplo, cuyo valor de R0 oscila alrededor de 1,3 cada año, infecta
a millones de personas en todo el mundo. El R0 no indica tampoco la velocidad de la
transmisión. El R0 es además un valor promedio: hay personas que aunque están infectadas
no transmitirán la enfermedad a nadie, mientras que otras pueden llegar a transmitirla
a muchas más. Estos individuos, denominados «superdiseminadores», fueron protagonistas
de dos eventos extraordinarios durante la epidemia de SARS en Toronto (Canadá) y de
MERS en Seúl (Corea del Sur), en los que a partir de un paciente «superdiseminador»
se infectaron decenas de pacientes, visitantes y personal sanitario de dos hospitales.
Las medidas de control, como las empleadas en China, pueden reducir notablemente el
R0 de una enfermedad. En esta fase inicial de la epidemia por el COVID-19 se está
estimando su valor R0 a partir de múltiples asunciones y empleando modelos matemáticos
complejos. Algunos epidemiólogos tenemos cierta prevención frente a estos modelos
matemáticos: una frase popular indica que «Todos los modelos están equivocados, pero
algunos son útiles».
Estas afirmaciones valen también para otro parámetro controvertido al inicio de cualquier
epidemia: el número de casos real de la misma. Las estadísticas actuales, sin entrar
en consideraciones relacionadas con la transparencia o la política de comunicación
de las autoridades chinas, probablemente reflejan un sesgo hacia los casos más graves,
que son los que con mayor probabilidad han contactado con el sistema sanitario. Los
casos leves y los casos asintomáticos probablemente están estimados a la baja. Aunque
en las últimas semanas ha aumentado la capacidad de detección (prueba RT-PCR) de los
pacientes infectados en la zona epidémica, hecho que podría explicar en parte el aumento
de cifras de casos, todavía muchos pacientes pueden estar sin diagnosticar. Esta posibilidad
lleva a la discusión sobre la estimación de la tasa de letalidad de esta enfermedad,
que en el momento actual se sitúa alrededor del 2,0, con más de 40.000 casos y 1000
fallecidos
5
. La mortalidad del SARS se situó alrededor del 10%, por lo que la enfermedad por
el COVID-19 parece, por ahora, menos grave.
La vía de transmisión más probable del COVID-19 es por contacto y gotas respiratorias
(aerosoles), en distancias cortas (1,5 m) y también por fómites contaminados por dichos
aerosoles. No puede descartarse completamente que exista cierto grado de transmisión
por vía aérea. El contacto prolongado es el de mayor riesgo, siendo menos probable
el contagio a partir de contactos casuales. La mayoría de los contagios se producen
a partir de pacientes sintomáticos. Pueden existir contagios a partir de pacientes
asintomáticos e incluso a partir de personas en periodo de incubación de la enfermedad,
aunque algunos datos iniciales al respecto han resultado ser equívocos6, 7. Este tipo
de transmisión, aunque menos frecuente, supondría una complicación para el control
de la enfermedad.
Las medidas de aislamiento son las habitualmente recomendadas para este tipo de transmisión:
distanciamiento entre pacientes, uso de habitación individual (si es posible con presión
negativa), uso de batas impermeables, guantes, gafas protectoras y mascarillas quirúrgicas
o tipo FFP2 para el personal sanitario, salvo en situaciones de especial riesgo (consultar
los protocolos actualizados)8, 9, 10, 11.
Clínicamente parece que la enfermedad afecta algo más a varones (50-60%), de edad
media, con enfermedades de base y que, al inicio de la epidemia, estuvieron expuestos
al mercado de animales de Huanan (Wuhan). El periodo de incubación se sitúa alrededor
de 5 días (intervalo: 4-7 días) con un máximo de 12-13 días. Los síntomas más habituales
son fiebre, tos, disnea y mialgias o fatiga. Alrededor de un 20% de los pacientes
presentan complicaciones graves, siendo las más frecuentes la neumonía y el síndrome
de distress respiratorio del adulto. El 80% de los casos complicados son mayores de
60 años. Faltan datos para poder considerar este cuadro clínico como el habitual,
dado que estos corresponden mayoritariamente a los casos graves iniciales, los únicos
publicados hasta la fecha12, 13, 14, 15. Llama la atención la ausencia relativa de
descripciones clínicas y epidemiológicas más detalladas o de series más amplias de
casos.
No existe tratamiento específico, aunque se están empleando distintos tratamientos
experimentales con fármacos antivirales (lopinavir/ritonavir; remdisivir) e interferón.
No disponemos de ninguna vacuna experimental, a la que probablemente no cabe esperar
antes de un año en el mejor de los casos.
La situación actual en China, especialmente en Hubei, es sin duda muy difícil y puede
complicarse. China, la segunda potencia económica mundial, es un país muy extenso
con 1.400 millones de habitantes. China ocupa el lugar 153, de un total de 167 países,
en el Índice de Democracia
16
. El gobierno de China se juega buena parte de su prestigio mundial si no consigue
controlar adecuadamente esta epidemia y si no comparte abiertamente con el resto del
mundo los datos reales y actualizados de la misma, sus progresos, sus dudas y sus
problemas. Desde el punto de vista científico, ha habido más rapidez y transparencia
de la que hubo en 2002-2003 con el SARS, pero hay dudas razonables al respecto de
algunas informaciones y decisiones tomadas inicialmente por las autoridades sanitarias
locales chinas, sometidas habitualmente al poder político. La ciudad de Wuhan es un
gran nudo de comunicaciones: más de un millón de personas entran y salen en tren cada
día de ella y su aeropuerto soporta un tráfico anual de más de 27 millones de personas.
Se estima que, debido al Año Nuevo Lunar chino, más de 300.000 personas salieron de
Wuhan poco antes de que el gobierno implementara las restricciones de movimientos
internos. China es hoy un país mucho más conectado con el mundo que en 2002, cuando
ocultó durante semanas el inicio de la epidemia del SARS. El megaproyecto chino denominado
Cinturón y Ruta de la Seda conectará mediante autopistas, puertos y trenes de gran
velocidad a casi dos tercios de la población mundial, incluyendo más de 70 países.
Es especialmente importante la conexión de China con varios países de África subsahariana,
donde la capacidad de respuesta eficaz frente a amenazas sanitarias es escasa y los
sistemas de salud son muy frágiles. En África trabaja hoy más de un millón de ciudadanos
chinos expatriados. Las vías de conexión del Cinturón y Ruta de la Seda pueden también
ser las vías de expansión y extensión de cualquier epidemia si esta no se controla
rápidamente en origen, ahora y en el futuro. El impacto económico de cualquier epidemia
es notable, pero en este caso podría alcanzar una magnitud sin precedentes. Según
algunas estimaciones, en 2020 podría producirse una caída del 0,5-1% del PIB de China.
Sin lugar a dudas, el mundo entero lo notaría.
Las medidas de prevención y control extraordinarias decretadas por el Gobierno de
China se basan en la epidemiología clásica: identificar y aislar a los casos, seguir
a los contactos y establecer restricciones, incluyendo la cuarentena, en la movilidad,
evitando eventos en los que se produzcan aglomeraciones de personas. El alcance de
estas medidas no tiene precedentes históricos, por el volumen de personas afectadas
(decenas de millones).
El riesgo de importación de casos es bajo en la UE. En España, este riesgo se sitúa
alrededor del 5-10%, según algunas estimaciones
17
. Ya se han detectado casos importados en Alemania, España, Francia, Finlandia, Italia,
Reino Unido y Suecia, con algunos casos secundarios.
En España, los sistemas de prevención, vigilancia y control de esta nueva enfermedad
se adaptan a las directrices y protocolos del ECDC y de la OMS. El Ministerio de Sanidad,
a través del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias, lidera la respuesta
de forma eficaz, trabajando con los Servicios de Salud Pública de las CC. AA. El escenario
más probable hoy en España es que tengamos que hacer frente a un número limitado de
casos importados y posiblemente a algunos casos secundarios. Las actuaciones preventivas
derivan de la epidemiología clásica: detectar, aislar y tratar los casos y hacer un
seguimiento de los posibles contactos. Los criterios epidemiológicos y clínicos actuales
serán con seguridad cambiantes con el curso de la epidemia, pero es fundamental ceñirse
siempre a los mismos para optimizar la detección de posibles casos y el empleo de
recursos para hacer frente a esta amenaza, especialmente en plena temporada de gripe
estacional18, 19, 20.
La Salud Pública ha sido siempre la cenicienta del sistema sanitario y, desafortunadamente,
nos hemos acostumbrado a ello. Ahora más que nunca debemos todos trabajar en equipo
para dar una respuesta adecuada y proporcionada frente a esta nueva enfermedad: tenemos
un solo mundo y una sola salud. Hay que trabajar con calma, rigor, prudencia y evaluando
siempre una situación cambiante, llena de incertidumbre al respecto de cuál puede
ser su evolución a corto, medio y largo plazo. Como indicó el director general de
la OMS, «este es el momento de los hechos, no del miedo; de la ciencia, no de los
rumores; y de la solidaridad, no de la estigmatización».
Para el horóscopo chino, este año 2020 es el año de la rata. Según este horóscopo,
debe establecerse un firme compromiso para la resolución radical de problemas: estos
no deben ser eliminados como aquel que corta un árbol por sus hojas mientras que su
deseo es eliminar definitivamente sus raíces. Así sea con el virus COVID-19.