Resumen Los pacientes con insuficiencia renal crónica hacen de la diálisis una forma de vida, muchos describen la cicladora de peritoneal, como “tu pareja” de noche y la hemodiálisis, un trabajo a media jornada días alternos. Pero la mayoría vive pensando en cambiar esa involuntaria vida nocturna de pareja o laboral y volver a la libertad que te da el trasplante renal. Este relato narra la lucha constante de una mujer cuya “enfermedad rara”, el síndrome de Alport, la llevó a recibir ambos tratamientos dialíticos antes de los veinte años. Tres décadas después, aun con sus limitaciones auditivas y visuales, tres trasplantes y varios hospitales en los que ha ido dejando amigos, no pierde la sonrisa y el optimismo, a la espera de que su sueño de un cuarto trasplante “biónico” vuelva a dejarla en la lista del paro del oficio de dializarse.
Abstract Patients with chronic kidney failure make dialysis a way of life, many describe the peritoneal cycler as “your partner” at night and hemodialysis, a part-time job every other day. But most of them live thinking about changing that involuntary night life as a couple or work and return to the freedom that kidney transplantation gives you. This story recounts the constant struggle of a woman whose “rare disease”, Alport syndrome, led her to receive both dialysis treatments before she was twenty. Thirty years later, even with her hearing and visual limitations, three transplants and several hospitals where she has been leaving friends, she does not lose her smile and optimism, waiting for her dream of a fourth “bionic” transplant to leave her again, on the list of unemployment of the trade of dialysis.